Una década atrás, el arqueólogo norteamericano Johan Reinhard, acompanado por colegas argentinos y peruanos, descubrió un sitio sagrado a más de un metro y medio de profundidad en el Cerro Llullaillaco. Debajo del hielo y las rocas había tres ninos incas; todos en perfecto estado de conservación: una pequena de 6 anos, un varón de 7 y una adolescente de 15 a quien apodaron"la Doncella". Hoy, luego de más de cinco siglos, gracias a los descubrimientos de la ciencia y la tecnología, finalmente podemos contar sus historias.